UN RETRATO DOLOROSO DE LAS FAMILIAS DE DESAPARECIDAS EN MÉXICO
Por Daniela del Palacio Montiel
Ruido, obra cercana al falso documental, es un relato que sumerge al espectador en la frustración y el dolor de Julia, la protagonista. Quien decida ver esta película, realizada por Natalia Beristáin, verá el relato hiperrealista de la labor incompetente y corrupta de las autoridades encargadas de encontrar desaparecidos y desaparecidas en México.
Julia pierde a su hija, Her, para nunca volver a encontrarla. Y aunque tiene un trayecto de penar de una instancia a otra, lejos de saber qué fue de Her, Julia termina por ver su matrimonio desmoronado. En esta historia, la pérdida de una hija llevó a la pérdida de un matrimonio y de una familia.
Julia encuentra apoyo en grupos de autoayuda, en grupos de búsqueda, en personas que han pasado lo mismo que ella. Esta madre encuentra una válvula de escape para su dolor en las marchas, en las manifestaciones, ahí puede alzar la voz y gritar con la rabia que siente.
Sin embargo, Julia también calla cuando las consecuencias de la búsqueda de su hija llevan a otra mujer a un secuestro. Julia elige callar para salvaguardar su vida; posiblemente más que elegir, se ve forzada. La directora parece mostrarnos en esa secuencia que en un país como México hay poco o nulo lugar para ser congruentes entre los actos y la moral.
De ese mismo modo, el filme presenta a un personaje ambiguo: el fiscal encargado del caso de Her. El hombre le da información a Julia y parece querer ayudarla en ciertos momentos, pero no va a localizar a Her, no va a arriesgar su vida, no va siquiera a hacer su trabajo. Es tan “bueno” como es capaz de serlo sin arriesgarse.
Y la película termina en el mundo de lo onírico. Porque no hay otra manera de terminar esa historia si se desea un reencuentro entre madre e hija. Porque este país desaparece personas para siempre. Este país no localiza a las víctimas, no encierra culpables, sólo rompe familias de forma irremediable.